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La dama sin rostro.

Sé que parecerá díficil creer esta historia, puede que me esté volviendo loco. A continuación, me gustaría contar cómo acontecieron los hechos.


Todavía permanecen en mi memoria aquellos días del mes de mayo. Bellos días que se vieron enturbiados, con la peor de las noticias. A mi esposa le habían diagnosticado una incurable enfermedad; ésta le provocaba dolores tan fuertes que no pude describir. Pasaron los meses y mi esposa iba de mal en peor, postrada en la cama iba consumiéndose. El bello rostro que me había cautivado, era el de una máscara inerte. No podía verla así. Para colmo de males, la enfermedad también le arrebató lo peor que puede perder una persona, la memoria. Mi hijo y yo éramos dos extraños para ella, todos aquellos momentos vividos, risas, llantos, alegrias... habían sido difuminados de su mente. Fue una madrugada del mes de diciembre al llegar del trabajo cuando no pude soportar más su sufrimiento. Subí a la habitación con la intención de matarla y poner fin a tan cruel situación. Estaba durmiendo, desde la pierta con la pistola entre mis manos, disparé varias veces sobre el lecho.

Me acerqué, y horrorizado contemplé que no solo había matado a ella, también había acabado con la vida de mi hijo, que por azares de la vida se encontraba abrazado a su madre en la cama. Desde esa noche mi vida no era vida.


El único consuelo que me quedaba, era acudir todos los días al cementerio para estar lo más cerca de ellos. Una mañana, cuando me disponía a marcharme de aquel lugar, me percaté de algo muy extraño. Una mujer sin rostro vestida de negro hasta los pies se disponía a dejar una rosa roja sobre la tumba de mi hijo. Al volver a casa creí que todo había sido fruto de mi imaginación, pero mi cabeza solo hacía que pensar en aquella mujer. Me había obsesionado de tal manera que no solo la veía todos los días en el cementerio, también todas las noches en mis sueños aparecía. Se dirigía a mi transmitiéndome un mensaje el cual me costó varios meses descifrar. Acabé comprendiendo que aquella mujer sin rostro era mi amada esposa. Me decía que no me sintiera responsable de ninguno de mis actos, consideraba que ella había sido la única culpable y por ello, no podía descansar en paz hasta que lo supiese. ¡Fue en ese preciso instante cuando desperté! Oí los pasos de alguien subiendo las escaleras, era mi hijo avisándome de que eran las cinco de la tarde y que iba siendo hora de levantarse. Bajé a toda prisa y al entrar en la cocina vi a mi esposa que con su bello rostro me sonreía. Entonces, ¿todo habría sido un terrible sueño?.




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